viernes, 13 de julio de 2012

-El cuerpo es bueno

Una de las batallas que tuvieron que ganar los Padres de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo fue el de la bondad del cuerpo. Los gnósticos aseguraban que el cuerpo humano es malo y, en consecuencia, que el matrimonio y las relaciones conyugales eran intrínsecamente perversas. Frente a esta herejía, la Iglesia sostuvo que el cuerpo humano es bueno, porque es la expresión visible de la persona humana; y que el matrimonio también es bueno, muy bueno, pues es un maravilloso espejo que refleja la comunión de las personas.

Las tendencias despreciativas del cuerpo humano y del matrimonio han vuelto a reaparecer en nuestros días: el espiritualismo, el sexismo biológico y la llamada ideología de género. El espiritualismo consiste en no reconocer a la corporeidad sexuada su sentido espiritual, es decir, que sea capaz de expresar la comunión de amor entre las personas. En el extremo opuesto se sitúa el sexismo biológico: el cuerpo humano es pura materia, sin dimensión espiritual y trascendente, por lo que habría que dar vía libre a todas las relaciones sexuales; la revolución sexual del mayo francés y el Con mi cuerpo hago lo que quiero son algunas de sus manifestaciones. Con todo, la llamada ideología de género es la postura más radical contra la verdad y bondad del cuerpo humano: ser hombre o ser mujer dependería de una opción personal, sobre todo cultural. La sexualidad humana, es decir: la masculinidad y feminidad, serían un accidente cultural. La opción de género, lejos de ser una conquista, deforma la imagen del ser humano e imposibilita la sexualidad como expresión de la persona.

Con este trasfondo cultural, los obispos de España hemos hecho público el documento sobre La verdad del amor humano, un texto amplio, profundo y de gran calado doctrinal y pastoral. Aquí lo teneis integro: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-plenaria.html

Invito encarecidamente a los sacerdotes, catequistas, formadores cristianos, miembros de movimientos familiares y de asociaciones y nuevas realidades eclesiales a que lo lean, asimilen y difundan en todos sus ambientes. Mención especial merecen quienes imparten los cursillos prematrimoniales y la catequesis familiar a las parejas jóvenes.
Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos