miércoles, 22 de noviembre de 2017

- Científico alemán de ateo a creyente

De ateo convencido a científico creyente: “no me he convertido en cristiano negando la ciencia sino gracias a ella”

Soy un científico alemán, cristiano católico y me opongo firmemente al ateísmo, el materialismo, el naturalismo y el cientifismo. No he llegado a ser cristiano a pesar de ser un científico, sino por eso. […] Soy escéptico de la teoría neodarwinsta de la macroevolución y apoyo la teoría del Diseño Inteligente por razones puramente científicas”.
De esta forma se define el científico y reconocido paleontólogo alemán Günter Bechly, miembro del Centro de Ciencia y Cultura del Discovery Institute, quien fue represaliado tras renunciar a su ateísmo
Nacido y formado en una familia secular y agnóstica, hasta los 30 años a Bechly (ocho especies de insectos llevan su nombre) solo le interesaba “la naturaleza y las ciencias naturales”, completamente ajeno a la experiencia de Dios, recuerda.
Del ateísmo…
Sin embargo, en 2009 sucedió algo que le cambió la vida y, de la mano de la ciencia, llegó su conversión. Ese año fue invitado por el Museo de Historia Natural de Stuttgart, en Alemania, a celebrar el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin organizando una relevante exposición titulada: ‘Der Fluss des Lebens. 150 Jahre Evolutionstheorie’ (‘El flujo de la vida. 150 años desde la Teoría de la Evolución’), según una información publicada recientemente en Portaluz.
El propósito de Bechly en esa exposición era conseguir que los visitantes rechazaran los argumentos del Diseño Inteligente y el Creacionismo, confrontados a la teoría de la evolución. Es decir que salieran de la exposición debilitados en la fe en un Dios Creador y la verdad revelada.
De esta manera, el científico se propuso presentar con rigurosidad la mejor literatura al respecto al mismo tiempo que la obra principal de Darwin, El Origen de las Especies, junto a una pedagógica maqueta que validaba sus ideas.
Cabe recordar que Bechly era admirador de Richard Dawkins, científico que ha calificado la fe en Dios como “delirio” y al creacionismo como “falsedad ridícula y que causa estupidez”.
…a la conversión de la mano de la ciencia
Sin embargo, cuenta este paleontólogo que, cuando tuvo en sus manos los libros de varios defensores del Creacionismo, una literatura que consideraba despreciable, para su sorpresa se dio cuenta de que los argumentos que presentaban no eran frágiles ni alejados de un adecuado raciocinio, como presuponía.
De esta manera, pronto confirmaría que “los dogmáticos no están exclusivamente en el lado religioso, sino también muy fuertemente en el lado de los materialistas y biólogos evolutivos, quienes definitivamente evitan transparentar la discusión”, como denunciaba posteriormente en un vídeo (original en alemán) donde Bechly testimonia su conversión de ateo materialista a creyente en Dios, nacida en aquel año de la mano precisamente de la ciencia.
Tal como le ocurrió al leer aquellos libros sobre el Creacionismo, en el vídeo advierte de que “esto no sonará tan religioso, sino más bien expresa argumentos científicos”.
Los partidarios del evolucionismo, dice Günter, no daban respuesta o estas eran insuficientes a las interrogantes que comenzó a plantear. ¿Cómo iba a ser posible para los seres vivos dar pasos evolutivos gigantescos en períodos de tiempo muy cortos? les interpelaba.
Matemáticamente, estos períodos no podían conciliarse con los postulados de la genética evolutiva. Otro punto crucial de su crítica estaba centrado en que no existen hallazgos fósiles de supuestas especies de transición entre los grupos que evolutivamente descenderían unos de otros.
Represalias por seguir las huellas del Creador
Después hacer pública su conversión y críticas, llegaron las represalias: Bechly fue forzado a presentar la renuncia al cargo que tenía en el Museo de Historia Natural de Stuttgart, aunque ese hecho no detuvo su proceso de conversión a Cristo, sino que le motivó a seguir compartiendo el diálogo fe-ciencia en el que creía firmemente.
“No me he convertido en cristiano negando la ciencia sino gracias a ella. Mi conversión se basó exclusivamente en una evaluación crítica de datos empíricos y argumentos filosóficos, siguiendo la evidencia”, insiste.
“Soy escéptico de la teoría darwiniana de la evolución y apoyo la teoría del Diseño Inteligente por razones puramente científicas y metafísicas… Estoy convencido de que el diseñador inteligente es Dios”, concluye.


https://es.aleteia.org/2017/11/21/de-ateo-convencido-a-cientifico-creyente-no-me-he-convertido-en-cristiano-negando-la-ciencia-sino-gracias-a-ella/?utm_campaign=NL_es&utm_source=daily_newsletter&utm_medium=mail&utm_content=NL_es

lunes, 20 de noviembre de 2017

- Estar cegado y cómo poder curarse

En nuestra sociedad actual hay muchos que viven como ciegos: hay personas cegadas por el egoísmo, por el dinero, por el egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el individualismo, por el sexo, por el triunfalismo, por la comodidad… y la mayoría de estos ciegos están "increpados", al igual que en el evangelio por el que va delante de todos ellos, “el maligno”, (el mismo que tentó al Señor en el desierto) intentando envolverlos con una gran habilidad dentro de su punto de vista, haciéndonos ver que todo por lo que estamos cegados es lo mejor, haciéndonos incapaces de ver más allá de las palabras o de las ideas que el “maligno” nos introduce en nuestro corazón y en nuestro interior, haciéndonos pensar que con ello evitaremos todos nuestros sufrimientos y necesidades
Texto del Evangelio:En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. (Lc18,35-43).
Los personajes del evangelio son: el ciego, Jesús, la gente en camino con Jesús hacia Jerusalén...
El ciego: Lucas omite su nombre; simplemente es un ciego y mendigo a la entrada de Jericó. Del ciego se nos dice que oye, pregunta, que empieza a gritar.... que grita mucho más fuerte. Lo que pide no es una limosna. No pide una ayuda para comer. Va directamente a la raíz de su exclusión y su condición: “Hijo de David, ten compasión de mi”. A la pregunta de Jesús “¿qué quieres que te haga”? responde el ciego exponiendo su necesidad fundamental: ¡Señor, que vea!. Recobró la vista. Siguió al Hijo de David.
El personaje central de este relato milagroso es Jesús el Nazareno. Recibe también el título de Hijo de David y Señor. Pasa y va camino de Jerusalén; escucha los gritos del ciego; se para; lo manda traer, le pregunta: ¿Qué quieres que te haga?. Lo cura con un lacónico mandato lleno de autoridad: “Ve. Tu fe te ha salvado”. No se refiere explícitamente a la ceguera: muestra que el encuentro confiado con él, resulta ser curativo, iluminador y salvador.
El tercer personaje de la narración es la gente que acompaña a Jesús. Informan al ciego de lo que pasa; le increpan para que se calle; acercan el ciego a Jesús. Son testigos de la curación. La ven y alaban a Dios uniéndose a la alabanza del curado.
A través de esta narración, Dios nos habla a nosotros hoy; nos sale al encuentro. ¿Qué palabra escuchamos? ¿Con qué personaje me identifico hoy al escuchar la narración? ¿Qué palabras del texto me resuenan más dentro? ¿Qué palabras o acciones necesito repetir hoy?.
-Este evangelio sobre el ciego de Jericó nos insiste que la única fuerza que transforma es la FE en el Señor, solamente los que creen en Él y confían en Él ven. Este evangelio nos demuestra que la fe es un grandísimo y poderoso recurso sin límites por la cual lograremos todo aquello que queramos o necesitemos.
 En nuestra sociedad actual hay muchos ciegos,(posiblemente, yo, uno de ellos), hay personas cegadas por el egoísmo, por el dinero, por el egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el individualismo, por el sexo, por el triunfalismo, por la comodidad… y la mayoría de estos ciegos están increpados, al igual que en el evangelio, increpados por el que va delante de todos ellos, “el maligno”, el mismo que tentó al Señor en el desierto, intentando envolverlos con una gran habilidad dentro de su punto de vista, haciéndonos ver que todo por lo que estamos cegados es lo mejor, haciéndonos incapaces de ver más allá de las palabras o de las ideas que el “maligno” nos introduce en nuestro corazón y en nuestro interior, haciéndonos pensar que con ello evitaremos todos nuestros sufrimientos y necesidades
Hay que tener la misma fe que tuvo el ciego del evangelio, tenemos que ponernos en presencia del Señor y pedir su gracia para que nos haga ser conscientes de nuestras cegueras, tenemos que ser insistentes con una fe y confianza en el Señor enormemente grande y si es conveniente, ¡gritándole! en nuestro interior diciéndole: Señor dame tu luz y tu sabiduría para poder ¡VER!, pedirle y gritarle, «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!», y seguramente “el maligno” seguirá increpándonos para que nos callemos, nos quiere seguir teniendo en sus redes, pero nosotros, tenemos y debemos insistir, gritar no con los labios sino con el corazón, con una fe que brote verdaderamente desde el corazón, con un corazón abierto y que con fie con el Señor, Él nunca nos falla ni nos fallará, hablarle sin rodeos y directos al grano: «Señor, que vea otra vez.» y si se lo pedimos con humildad suplicando su misericordia, hablándole y diciéndole lo que nos pasa, que problema tenemos, sin grandes o elocuentes discursos, sin palabrerías, a pesar que el Señor ya sabe lo que nos pasa y lo que queremos, pero quiere que nosotros dialoguemos con Él, que hablemos con Él como con un amigo, sentiremos como el Señor nos escucha y nos dice en lo más profundo de nuestro corazón y de nuestra alma; «¿Qué quieres que haga por ti?» y entonces según nuestra fe se nos concederá lo que le pidamos.
Hoy tenemos la oportunidad de pedirle al Señor que nos dé una fe muy grande para sentirle siempre que está con nosotros, que nos de la habilidad, la luz y la sabiduría para que podamos ver todo bajo su punto de vista, que nos permita glorificarle y adorarle siempre por no dejarnos solos en nuestros problemas y tristezas, pidámosle que también aumente grandemente nuestra fe para que seamos capaces de experimentar y sentir su amor en nuestras pruebas cotidianas y en nuestras dificultades.

sábado, 18 de noviembre de 2017

- el Purgatorio, misericordia de Dios

El Purgatorio es una gran misericordia de Dios

El individuo que muere como amigo de Dios, pero insuficientemente maduro en el Amor, ha de pasar por una purificación. Tal individuo, seguro ya de su eterna salvación, sufre de todos modos un proceso que perfecciona sus disposiciones.
“Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios". .
¿Qué nos dice la revelación acerca de este misterio? Hallamos indicios preciosos en la Escritura, que sirven de base para la doctrina de purificación post-mortal. Por una parte, está la insistencia bíblica en la santidad de Dios, que reclama del hombre una cierta preparación para acceder a la presencia divina. La ley vetero-testamentaria sobre la pureza legal estaba encaminada a inculcar esta idea en el pueblo elegido, al estipular a quienes debían participar en el culto, ritos previos de purificación.
En la predicación de Jesús también encontramos la misma invitación fundamental: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Dios santo pide -y facilita- una santidad correspondiente en el hombre. Es razonable pensar que, si una persona muere libre de pecado mortal pero sin haber coronado su camino de santidad -“la santificación, sin la cual la cual nadie puede ver a Dios- su historia de perfeccionamiento prosiga tras la muerte.
Además, la Sagrada Escritura refrenda la práctica de oración de impetración que hacen los vivos por los muertos: ‘santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados’. Los cristianos, ya desde los primeros siglos, vivieron esta práctica, expresión de su fe en la comunión de los santos. La Iglesia de los peregrinos desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios por ellos.
Los creyentes se sentían movidos a ofrecer esas oraciones, además, al comprobar que en la vida real diferentes personas alcanzan grados diversos de santidad: algunas, un grado tan alto que, nada más morir, son tratadas espontáneamente por los fieles como intercesores ante Dios; y otras que, aun habiendo vivido cristianamente, son encomendadas a la misericordia divina, para que sean admitidas al descanso eterno.
La lógica del Amor
La doctrina del purgatorio nos recuerda que, para un sujeto con uso de libertad, una cierta preparación –acompasada por la gracia- es necesaria para ser admitido al consorcio trinitario. Hay un camino que recorrer que, si no llega a consumarse en esta vida, debe terminarse luego. El misterio de maduración post-mortal es sumamente congruente con la santidad, justicia y amor de Dios. "El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que desean identificarse con Él".
Así, el individuo que muere en gracia pero con imperfecta santidad ya está salvado, pero su plena comunión con la Trinidad queda retrasada mientras no posea la suficiente madurez en el amor y la santidad (aunque la dilación no se puede medir con categorías terrenas: (minutos, meses o años.). El retraso implica, para el difunto, una experiencia dolorosa y gozosa a la vez. Se ve a sí mismo unido a Cristo, pero no cabalmente cristificado todavía.
La plena comunión con el Señor, con el Padre y con el Espíritu Santo, está ya casi al alcance, al no interponerse ningún obstáculo permanente; sin embargo, el sujeto se percibe a sí mismo inmaduro para tal consorcio. Su amor se traduce entonces en dolor, por la tardanza del encuentro con el Amado.
Sta. Catalina de Génova (s. XV) afirma que el fuego que experimentan el alma en el purgatorio no es otro que la pena que brota al comprobar, por una parte, que ningún pecado serio obstaculiza la unión con Dios, y al descubrir, por otra, que el estado de santidad imperfecta impide acercarse plenamente . Se trata, pues, de una pena de retraso; del amor nace el dolor, y el mismo dolor perfecciona finalmente el amor.
La Iglesia, en sus ritos funerales y sus oraciones por los muertos, así como en la celebración del Día de Todos los difuntos, recuerda a los fieles el valor de los sufragios por los muertos. Realmente es posible esta sobrenatural comunicación de bienes, gracias a la comunión de los santos. El hecho nos recuerda nuestra realidad como seres-en-relación: “Ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma... Nadie se salva solo... Mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte. En el entramado del ser... mi oración por él... puede significar una pequeña etapa de su purificación”. .
La eficacia de las oraciones de los vivos por los difuntos se comprende mejor a la luz de la pertenencia de los cristianos a Cristo. El Señor, desde su sede a la derecha del Padre, ora incesantemente por los vivos y muertos; y los que están incorporados a Él pueden pedir juntamente con Él: Vox una, quia caro una, dice S. Agustín. Como parte del “Cristo Total” –según la terminología agustiniana -, los cristianos podemos rezar por los difuntos con la seguridad de que el Padre nos escucha.
*Fr. J. José Alviar, Universidad de Navarra