lunes, 20 de noviembre de 2017

- Estar cegado y cómo poder curarse

En nuestra sociedad actual hay muchos que viven como ciegos: hay personas cegadas por el egoísmo, por el dinero, por el egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el individualismo, por el sexo, por el triunfalismo, por la comodidad… y la mayoría de estos ciegos están "increpados", al igual que en el evangelio por el que va delante de todos ellos, “el maligno”, (el mismo que tentó al Señor en el desierto) intentando envolverlos con una gran habilidad dentro de su punto de vista, haciéndonos ver que todo por lo que estamos cegados es lo mejor, haciéndonos incapaces de ver más allá de las palabras o de las ideas que el “maligno” nos introduce en nuestro corazón y en nuestro interior, haciéndonos pensar que con ello evitaremos todos nuestros sufrimientos y necesidades
Texto del Evangelio:En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. (Lc18,35-43).
Los personajes del evangelio son: el ciego, Jesús, la gente en camino con Jesús hacia Jerusalén...
El ciego: Lucas omite su nombre; simplemente es un ciego y mendigo a la entrada de Jericó. Del ciego se nos dice que oye, pregunta, que empieza a gritar.... que grita mucho más fuerte. Lo que pide no es una limosna. No pide una ayuda para comer. Va directamente a la raíz de su exclusión y su condición: “Hijo de David, ten compasión de mi”. A la pregunta de Jesús “¿qué quieres que te haga”? responde el ciego exponiendo su necesidad fundamental: ¡Señor, que vea!. Recobró la vista. Siguió al Hijo de David.
El personaje central de este relato milagroso es Jesús el Nazareno. Recibe también el título de Hijo de David y Señor. Pasa y va camino de Jerusalén; escucha los gritos del ciego; se para; lo manda traer, le pregunta: ¿Qué quieres que te haga?. Lo cura con un lacónico mandato lleno de autoridad: “Ve. Tu fe te ha salvado”. No se refiere explícitamente a la ceguera: muestra que el encuentro confiado con él, resulta ser curativo, iluminador y salvador.
El tercer personaje de la narración es la gente que acompaña a Jesús. Informan al ciego de lo que pasa; le increpan para que se calle; acercan el ciego a Jesús. Son testigos de la curación. La ven y alaban a Dios uniéndose a la alabanza del curado.
A través de esta narración, Dios nos habla a nosotros hoy; nos sale al encuentro. ¿Qué palabra escuchamos? ¿Con qué personaje me identifico hoy al escuchar la narración? ¿Qué palabras del texto me resuenan más dentro? ¿Qué palabras o acciones necesito repetir hoy?.
-Este evangelio sobre el ciego de Jericó nos insiste que la única fuerza que transforma es la FE en el Señor, solamente los que creen en Él y confían en Él ven. Este evangelio nos demuestra que la fe es un grandísimo y poderoso recurso sin límites por la cual lograremos todo aquello que queramos o necesitemos.
 En nuestra sociedad actual hay muchos ciegos,(posiblemente, yo, uno de ellos), hay personas cegadas por el egoísmo, por el dinero, por el egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el individualismo, por el sexo, por el triunfalismo, por la comodidad… y la mayoría de estos ciegos están increpados, al igual que en el evangelio, increpados por el que va delante de todos ellos, “el maligno”, el mismo que tentó al Señor en el desierto, intentando envolverlos con una gran habilidad dentro de su punto de vista, haciéndonos ver que todo por lo que estamos cegados es lo mejor, haciéndonos incapaces de ver más allá de las palabras o de las ideas que el “maligno” nos introduce en nuestro corazón y en nuestro interior, haciéndonos pensar que con ello evitaremos todos nuestros sufrimientos y necesidades
Hay que tener la misma fe que tuvo el ciego del evangelio, tenemos que ponernos en presencia del Señor y pedir su gracia para que nos haga ser conscientes de nuestras cegueras, tenemos que ser insistentes con una fe y confianza en el Señor enormemente grande y si es conveniente, ¡gritándole! en nuestro interior diciéndole: Señor dame tu luz y tu sabiduría para poder ¡VER!, pedirle y gritarle, «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!», y seguramente “el maligno” seguirá increpándonos para que nos callemos, nos quiere seguir teniendo en sus redes, pero nosotros, tenemos y debemos insistir, gritar no con los labios sino con el corazón, con una fe que brote verdaderamente desde el corazón, con un corazón abierto y que con fie con el Señor, Él nunca nos falla ni nos fallará, hablarle sin rodeos y directos al grano: «Señor, que vea otra vez.» y si se lo pedimos con humildad suplicando su misericordia, hablándole y diciéndole lo que nos pasa, que problema tenemos, sin grandes o elocuentes discursos, sin palabrerías, a pesar que el Señor ya sabe lo que nos pasa y lo que queremos, pero quiere que nosotros dialoguemos con Él, que hablemos con Él como con un amigo, sentiremos como el Señor nos escucha y nos dice en lo más profundo de nuestro corazón y de nuestra alma; «¿Qué quieres que haga por ti?» y entonces según nuestra fe se nos concederá lo que le pidamos.
Hoy tenemos la oportunidad de pedirle al Señor que nos dé una fe muy grande para sentirle siempre que está con nosotros, que nos de la habilidad, la luz y la sabiduría para que podamos ver todo bajo su punto de vista, que nos permita glorificarle y adorarle siempre por no dejarnos solos en nuestros problemas y tristezas, pidámosle que también aumente grandemente nuestra fe para que seamos capaces de experimentar y sentir su amor en nuestras pruebas cotidianas y en nuestras dificultades.